19/8/08

El Universo en la Mente (Capítulo final)


El ser humano está perdiendo la capacidad de imaginar. Envueltos en tecnología y desarrollo urbano, han sobrepuesto el egoísmo y la ambición material ante la diligencia creativa y el derrotero existencial. No hay más Divina Comedia de Dante ni las Ficciones de Borges; el pueblo encantado de Rulfo ha sido demolido y entregado a las multinacionales. La corriente informativa nos entrega al detalle lo que concierne a lo banal, la vida de los "famosos", los llamados "ampay"; la gente sufre de adicción a la estupidez, a la pestilencia. Los niños ya no viajan a La isla del Tesoro ni han acompañado a Tom Sawyer en sus aventuras; ahora matan gente con armas sumamente letales en sus juegos electrónicos. Los jóvenes no sufren más con los desencuentros amorosos de Julien Sorel en el Rojo y Negro de Stendhal, no se resquebrajan más con Sobre Héroes y Tumbas junto a Sábato, ni han viajado a París para consolar al sufrido Martín Romaña. Ahora se enfrentan en sangrientas batallas campales por sus equipos de futbol; se sacuden casi de manera patológica al describir la música que escuchan y a eso le llaman "perreo", "reggaetón" o como sea; ¿dónde están los Beatles para endulzar los oídos?, ¿y dónde está Pink Floyd para abrir un forado en le pecho y dejar escapar los demonios?; ¿y dónde Led Zeppelin para transpirar erotismo y poder?. Henri Bergson tenía mucha razón cuando, en su tratado sobre la risa escribió: "lo ridículo es la escencia de lo risible".

Nos hemos perdido en esta atmósfera de negligencias a patadas, empujados por los poderosos a los que les parece lucrativo que la gente haya detonado cientos de bombas atómicas para terminar de una vez por todas con el universo en la mente.