12/2/08

EL ABRIGO


..."El invierno se ha convertido en un obstáculo"..., dice mi abrigo de color beige, con múltiples broches y cierres, terso por dentro, grave por fuera, capucha incluida para proteger mis ideas. No le hago caso, sigo preparando el desayuno, ya hirvió el agua para el té...ja ja ja... se ha reído de mí, tal vez sea que no hemos compartido momentos tibios desde hace tiempo; El pan está sobre la mesa, mesa de color blanco alguna vez, ahora se ha tocado de nervios y se sacude...pienso que no estaría mal dedicarle una oración al ángel de las mesas: "por lo que más quieras angelito lindo, protege este cuerpo..."... ja jaj ja... nunca compartí su sentido del humor, tal vez por eso... no!, tiene que esperar, hay que sentarse como en los tiempos aquellos, los de los comedores familiares, porque no hay que comer como los animales, por eso. A través de las persianas ingresa la luz gris, sorbo de la taza un poco de té, el tiempo ya no espera y alcanzo a desprender un pedazo de pan; la mesa se extiende horizontalmente como desperezándose y me obliga a detener la silla para no caer de espaldas...ja ja ja... Una vez quise gritarle a mi abrigo: "por qué no te callas!... ese fué el invierno más largo de mi vida, aprendí entonces a convivir con la miseria, el abrigo color beige da un resoplido tosco, profundo, como una advertencia. Acelero el tiempo.

En el retrato que mantengo con recelo sobre el refrigerador se ha dibujado una nube oscura...¿es que nunca te vas a rendir?...le pregunto al abrigo, casi como suplicando.

Nos hemos quedado en silencio, abandono la mesa con resignación no sin antes tocarla levemente acariciándola; es como un pacto, ya sabemos lo que va a pasar... cojo el abrigo, algo murmura pero lo ignoro, lo lanzo sobre mi espalda bruscamente en un esfuerzo por tratar de hacerle sentir mi disconformidad; deslizo mis brazos dentro de las mangas; con las manos libres ya, le doy un jalón de las solapas; he sentido el temblor de la mesa y la silla a lo lejos, miro el retrato otra vez que me observa con la nube negra como telón antes del último acto, abro la puerta que me llevará al exterior y siento el aire ártico como un ataque suicida, me apresuro en cerrar el abrigo y ya siento su fuerza sobrenatural mientras doy los primeros pasos hacia el abismo.

He metido mis manos en los bolcillos y me aferro a la vida, mientras mi abrigo me conduce a elaborar el sucio oficio..."vamos a volar para que no nos lleve el viento, ja ja ja"... me dice él, y yo no lo entiendo...